miércoles, 9 de septiembre de 2009

¿Qué hago cuando llego a Nueva York? (Parte II)


A medida que uno se va acercando a la ciudad por alguna de las autopistas, la silueta de Nueva York comienza a recortarse en el horizonte y hace abrir más la boca por cada metro que uno se aproxima. Comienzan a aparecer los detalles de los rascacielos y la tentación de sacar la máquina fotográfica en ese momento se hace irresistible. Recomendación, fotografiar desde una parte alta de Queen’s la puesta del sol, por detrás de la isla. La imagen que se obtiene en una tarde despejada es IMPRESIONANTE.
Pero eso para después, aún no llegamos al hotel. Una vez arribados a Manhattan, uno puede sentirse intimidado, agobiado por la magnitud de lo que allí percibe. Los edificios tan altos, contiguos y el movimiento de tanta gente, en una isla que, en dimensiones, es mucho menor que Buenos Aires.
Los hoteles permiten el ingreso después del mediodía, por lo que habrá que esperar algunas horas para tomar la habitación. En este caso, y a pesar del cansancio, sugiero dejar las maletas en guarda en el hotel (allí las etiquetan hasta su ingreso) y salir a saborear Nueva York.
Un macchiato en Starbucks, acompañado por el aroma a café del lugar, el periódico del día o alguna de las revistas que allí se ofrecen gratuitamente, es una buena alternativa para comenzar el contacto con una ciudad para no desaprovechar.
Los clásicos
La primera salida posible comienza en la esquina de la 5ta Avenida y la 59, donde empieza el Central Park, frente al Plaza Hotel y a la juguetería Fao Schwarz, epicentro de la película Mi pobre angelito 2. Allí paran los buses de dos pisos que cuentan con guías de habla hispana y, divididos en dos circuitos Upper y Down Town, brindan el paseo por u$s50. Hay que tener en cuenta que con la pulserita que les colocan pueden pasear dos días sin inconvenientes.
Esta es una buena manera de ubicarse y localizar los puntos de interés de la ciudad. Después, a descansar.
Los Museos. El universo de museos que oferta Nueva York es toda una tentación cuando uno llega a Manhattan, pero no hay que caer en la trampa de intentar visitar muchos de ellos, ya que se quedarán con la sensación de vacío.
Lo ideal y sensato es elegir lo que se quiera ver, y en caso de no tenerlo el Museo Metropolitano (The Metropolitan Museum of Art), ubicado en Central Park y 82th street , es una gran alternativa ya que este enorme edificio, en donde Pierce Brosnan encarnó a un poderoso millonario en la película The Thomas Crown Affair, presenta diversidad en las expresiones y escuelas artísticas.
El costo del ingreso es voluntario (en la forma “Pay as You wish”), mientras que los chicos acceden directamente gratis. Está bien organizado y sectorizado, por lo que uno puede dejarse guiar por su gusto en el arte.
Una advertencia, no pretenda recorrerlo todo en un solo día, es imposible.
Para los chicos, el museo de Ciencias Naturales (escenario para la película de Ben Stiller –Una noche en el Museo I y II-), en Central Park West y 79th street, cumple ampliamente con los requisitos de entretenimiento para ellos.
El Central Park. Imposible de pasar por alto y no dejarse llevar por la infinidad de metros de caminos, que tientan a perderse en forma deliberada para descubrir un nuevo paisaje, siempre acompañados por las simpáticas ardillitas que se descuelgan de los árboles. Recorrerlo es rememorar historias y reconocer lugares vistos en el cine, ser vecino por un instante de Woody Allen o transitar paseos tras los pasos de John Lennon.
Las alternativas son variadas. Más allá de las caminatas, vale la pena alquilar una bicicleta o, mucho mejor, contratar el servicio de los triciclos, con conductor, que allí se ofrece. El paseo, en el que le irá develando los secretos de films llevados a cabo en el lugar o los sitios escogidos por estrellas del mundo del entretenimiento, tiene una duración de una hora y cuesta u$s40.
El domingo todo el parque se transforma en peatonal y está restringido el acceso vehicular.
Los barrios. Detenerse delante del mapa para decidir toma tiempo, así que al grano. Sin dar muchas vueltas, y casi todos muy próximos entre sí, China Town, con sus curiosidades orientales en comidas y diferentes artículos, Little Italy, plagada de restoranes y buena pasta, la excentricidad del Soho (South Houston) y el vecino y poco conocido Noho (North Houston) conforman un conglomerado de barrios obligados a transitar.
Si este no es el caso, o queda más tiempo, Tribeca, Greenwich Village, Financial District, Down Town, Ground Cero, merece dejar tiempo allí o bien, desde el sur de la isla, en Battery Park, abordar un ferry hasta la Estatua de la Libertad o cruzar hacia Queen’s, por 1 dólar, navegando el East River por debajo del maravilloso puente de Brooklyn.
Por la noche, teatro. Estando tan cerca de los grandes espectáculos, cómo perderse esta gran ocasión. Sólo hay que elegir una obra, tarea por demás ardua, y obtener el ticket. Para ello hay múltiples alternativas. La primera, más fácil y cercana, pero también la más cara, es adquirirlo en el mismo hotel (se encargan de ello). La segunda es acercarse a Time Square y conseguir la entrada allí con importantes descuentos, dependiendo el espectáculo elegido. El único inconveniente que puede presentarse es que la fila que haya que hacer sea demasiado larga. En este caso, tómelo con tranquilidad, ya que no habrá sido en vano, porque Time Square es un sitio obligado de visitar, además, si el tiempo de espera fuese mucho y no lo desea, los teatros de Broadway quedan a pocos pasos de allí y, con una corta caminata, directamente puede comprar el ticket en la boletería del teatro.
Nueva York cuenta con interminables recursos para entretener y sorprender a los visitantes. Déjese llevar, éste es sólo el comienzo de lo que puede encontrar en “la ciudad que nunca duerme”.